Esta es una historia rescatada de un gastado disco rígido de una antigua PC que – según dicen- perteneció a una memoriosa narradora del vetusto siglo XX. Allí se cuenta que, en cierta ocasión, estando la susodicha narradora-pesquisadora buscando entre las góndolas de un supermercado un apropiado vinillo burbujeril de alguna tierra pródiga en lujuriosos frutos de la vid, llegó a sus oídos el relato que aquí se cuenta.

La historia recuerda que eran dos hermanas, cuyo apellido- por aquello de transitar el fin de milenio- se ubicaba antes del nombre y no tras él como se había acostumbrado durante tantos años. El apellido pues, era Tecno. Y si alguien debía cargar con la portación de apellido era precisamente esta familia que sólo había logrado desde Leonardo Da Vinci para adelante, tener acérrimos detractores o babeantes admiradores. Algunos rastreadores de árboles genealógicos han llegado a afirmar que la actual familia Tecno no sólo tendría entre sus integrantes al famoso italiano, cuyo daguerrotipo fue pasando de generación en generación, sino que algunos hasta se animan a señalar que la saga se inició con el anónimo habitante de la cueva – que no era precisamente aquella de donde surgiría siglos después Tanguito- que tal vez por azar o por curiosidad o por hartazgo de comer los bifes de cliptosaurios crudos, descubrió el fuego, el habitante de la cueva y no Tanguito que quizá lo hallaría en otras yerbas especiales. Con relación al cuevífero morador, según algunos informantes claves apostados en el Juzgado de María Servini de Cubría, aún sigue sin respuesta una demanda civil iniciada por los herederos, ergo los Tecno, contra J. J. Annoud, por plagiar la historia de aquel antecesor de la familia en su película “La guerra del fuego” y no reconocer los derechos familiares al presentar a su tatatatatatatatatarabuelo y su ígnea historia ancestral. Así es, nadie puede afirmar que la saga de la familia Tecno se ha caracterizado precisamente por el anonimato, la tranquilidad, el aburrimiento o la desidia.

Mientras la narradora-pesquisadora observaba atentamente, cual experta enóloga, las diversas marcas burbujeriles y tras ello acomodaba algunas botellas en el carrito – a esa altura sobrecargado como el auto de los Beverly Ricos rumbo a Hollywood- las voces tras la góndola iban incorporando más y más elementos que despertaba no sólo la curiosidad de la susodicha narradora-pesquisadora, sino que desbocaban su peligrosa imaginación. Tras superar diversas historias, las actuales representantes de la familia Tecno se hallaban en una encrucijada: una auténtica carrefour del siglo XX: to be or not to be…postmoderna. Ellas eran dos agraciadas doncellas, criadas tomando Nesquit de chocolate, cultas como el que más, no en vano sus primeras lecturas habían sido: Pepín Cascarón, Selecciones escolares, Lo sé Todo, Mujercitas, Corazón, historias de la mitología griega publicadas en revistas mexicanas, La cabaña del tío Tom, La Ilíada y la odisea, El Quijote, El misterio del cuarto amarillo, La génesis de la moral nietzscheana, La mujer rota de Simone de Beauvoir, Correrías de un pequeño gran cacique, El Pato Donald – antes del hermenéutico análisis dorffmaniano- Modelo para armar de un tal Cortázar, a quien seguirían leyendo por los siglos de los siglos, tal vez por una cierta identificación con los cronopios una de ellas y los famas la otra, aunque al final….¿cronopios serían ambas? Con semejante capital cultural incorporado en su habitus sólo podía esperarse que ellas exhibieran una preciosa neurosis, con sus diversas expresiones o una delirante esquizoidía y sus famosos dejá vú entre otros rasgos de personalidad.

Las niñas Tecno nacieron mellizas. Para alegría de sus papitos en una cálida noche primaveral dejaron oír sus llantos de recién nacidas. Tal vez, como su papá era un fanático del fútbol y su mamá otra fanática, pero de Frank Sinatra, resolvieron poner a sus descendientes femeninas nombres que se iniciaran con la letra…efe. Así fue como a una llamaron Fílica y a la otra Fóbica. Desde el momento del nacimiento la pequeña Fílica demostró una tremenda fascinación por cuanto elemento tecnológico se asomara en su campo perceptual. Ya en la mismísima sala de partos, los médicos y las enfermeras, debieron retirar prestamente todos los adminículos obstétricos que se hallaban en la sala pues las manitas de la pequeña comenzaban a practicar velozmente la prensión en pinza y ¡plaf!  caían algunos instrumentos médicos. Sus padres pedían, casi imploraban que se llevaran al instrumental a otro sitio, porque si la nena continuaba rompiendo no les alcanzaría el salario para pagar los desastres pues nada podían esperar de su obra social ya que ella no cubría los daños que pudiere ocasionar un recién nacido. Mientras tanto la otra niña, ya desde ese instante compenetrada con su nombre, Fóbica para el que no recuerde, se negaba a salir “del lugar de donde salen los niños” por temor a la vida extrauterina.

¡Para que asomarme al mundanal ruido! -decía entre balbuceos, quejas y llantos beberiles la pequeña-si estoy tan cómoda en este ambiente acuoso.

Los padres, los médicos, la obstetra y las enfermeras insistían e insistían para que la niña se decidiera a salir, pero ella perseveraba en su decisión de quedarse y otra vez, entre balbuceos se oía que pedía le alcanzaran una leche chocolatada. Finalmente, sus papases, elevando un poco la voz le dijeron que debía salir inmediatamente pues la obra social sólo cubría los gastos de un determinado tiempo de uso de la sala de partos, pasado el cual, cada minuto de uso duplicaba su costo.

Y el tiempo fue pasando, como una flecha diría más tarde don Prigogine y sería irreversible y a don Prigo le darían el Noble y a las mellizas Tecno les aguardaría una singular cotidianidad. De más está decir que la curiosidad le presentó ciertos problemillas a Fílica, pero al mismo tiempo pudo ir descubriendo algunas cosas. Se fascinó con el Geloso, el winco y algún otro elemento tecnológico que se fuera asomando a la sociedad de consumo. Contra lo que algunos pudiesen imaginar jamás le gustó la música tecno, prefirió desde pequeña una buena sonata beethoviana y blues with feeling. Ciertas voces han llegado a insinuar que ya de adulta desgranando historias frente al monitor o webeando por particulares sitios de las autopistas informáticas, al tiempo que desde la compactera llegaban las melodías de Paganini o el Tannhäuser wagneriano, la emoción teñía sus ojos, pero como no hay testigos presenciales de tal actitud es posible que ello integre la leyenda del personaje. También es necesario agregar que – aunque también resulte paradójico- a Fílica nunca le atrajeron los vídeos games. En alguna ocasión sintió curiosidad por ingresar a esos lugares, nada más que para observar el comportamiento de la gente, pero se conformó con la descripción que de esos sitios realizó la Sarlo en “Escenas de la vida postmoderna”. Siguiendo el mismo sentido ni en su propia PC destinó espacio para demasiados juegos. En contadas ocasiones, tal vez por aburrimiento o demasiado hastío, dedicó unos instantes al Buscaminas, al Chess Master que nunca ganó y ni siquiera se alegró al comprobar que, una vez más, volvía el ganar la partida de Corazones de Microsoft. En realidad, ella siempre prefirió los juegos cara a cara, piel a piel.

En cuanto a Fóbica, totalmente compenetrada con su nombre, poco y nada podía disfrutar pues sus miedos se iban desplazando cada vez más. Ya en su adolescencia había llegado a contar con una nada despreciable galería fóbica, a saber: acrofobia, agorafobia, claustrofobia, misofobia, ailurofobia, eritrofobia, algofobia, panfobia y xenofobia. Por suerte no llegó a desarrollar una fobia escolar, tal vez porque sus papases le plantearon: o iba a la escuela o jamás comería arroz con leche ni leche chocolatada y así fue como la chica sin chancear ni chapucear chácharas charlaba chascarrillos sin chambonadas y chocha su leche chocolatada sin chorrear chupaba.

Nunca las vistieron iguales pues sus padres jamás lograron ponerse de acuerdo en los colores de las ropas infantiles; tampoco coincidieron en los juguetes: los preferidos de Fílica fueron un osito y un perro, ambos de peluche. Fóbica, por su parte, como había desarrollado una fobia al peluche, a los perros, a los gatos y a los osos, sólo accedía a tener un pato de plástico.

A esta altura del relato, nuestra narradora-pesquisadora, había pasado por las góndolas con galletitas, las pastas, alimento para perros y se asomaba a los artículos de limpieza, pues la historia de las Tecno se había tornado atrayentemente fascinante y valía la pena continuar un tiempo más en el supermercado, al menos para saber qué había sido de las mellizas cuando adultas y ésta era la etapa que en ese preciso instante la narradorapesquisadora comenzaba a escuchar. El interés de Fílica por el lenguaje informático no fue un amor a primera vista, pero sí fue in crescendo a un ritmo andante ma non troppo y luego allegro vivace y finalmente allegro molto piú vivace. A mediados de los noventa comenzó a escuchar noticias acerca de ciertas cuestiones informáticas y determinadas palabras pasaron a formar parte de su discurso cotidiano. Se fueron incorporando otros elementos identificatorios; ya no bastaba la dirección de su casa o el número de su teléfono. Un par de letras le otorgaba una nueva identidad y por esa vía podía seguir manteniendo ciertos vínculos a pesar de las distancias. Luego, independientemente de los intereses del señor Gates y las acusaciones de monopolio que pesaban sobre él, aprendió a deslizarse por diversos sitios con sólo algunos leves movimientos ratoniles y uno que otro paseo sobre ciertas teclas y cuando algo ya no servía sólo bastaba deletearlo y así iría a parar a la papelera de reciclaje hasta que más tarde la vaciara por completo. Ya no interesaba si «campo afuera» como diría Di Fulvio, el chorrillero o el zonda helaban o cocinaban las neuronas, según correspondiera a la dirección eólica. Tampoco alteraba si cortazianamente algunas gotas descendían por el vidrio de la ventana. Sólo era necesario responder al login, luego passwordianamente ******* y a bordo del Explorer o netscape adentrarse en http://www… y a navegar.

Mientras tanto Fóbica, fatigosamente farfullaba fatídicos fiascos ficcionales a su fraternal fémina Fílica: – ¡Fenecerás frente a ese fenómeno frío, fatuo, farsante y fantasioso! – filosofaba Fóbica fustigando furibunda a su fraternal fémina fascinada.

– No te engañes temerosa hermana- replicaba Fílica tras leer sus emails y forwardear unos, replay otros, agregar algún nuevo contacto a su libreta de direcciones, alegrarse por recibir noticias de cyberamigos o datos para continuar un work in house, abrir nueva carpeta, enviar a disco de 3.5, abrir desde escritorio y cada tanto ir a Mi PC, clikear panel de control y en la pantalla hacer un recambio del papel tapiz y por unos días calmar las nostalgias con esas fotos digitalizadas llegadas vía email en attach. Así día tras día, sin ser fatigoso ni fatuo como pensaba Fóbica, sino felizmente fascinante.

En ocasiones las discusiones de las hermanas Tecno concluían en fluidos intercambios de particulares percepciones interpersonales: – ¡Fílica frena ese fanatismo! ¡Fuera esa fascinación de fantasear con esas fotografías que fijas como filigranas de fiestas futuras!

– ¡No me digas que también tienes fotofobia!!

– No fobio las fotos sólo que no fío ni festejo ese fetiche finisecular que te fija a esa fantasía que ni Freud favorecerá su fin.

A pesar que las hermanas Tecno ya estaban bastante creciditas, los papases de las mismas tal vez ya hastiados por las discrepancias entre las hermanas y sus exóticos gustos, habían pedido presupuesto a la APA, (guiño: Asociación psicoanalítica argentina) para ver si tras prolongadas sesiones, finalmente el psicoanálisis o algún émulo freudiano, lacaniano, gestáltico, holístico, jungiano, kleiniano, sistémico, cognitivista, rogeriano, transaccional o cualquier brujo de la tribu, lograba que las hermanas se tornaran un poquito más normales. Fílica no estaba dispuesta a abandonar sus costumbres de cybernauta confesa y hasta la mismísima Sherry Turkle le había enviado su apoyo, solicitándole autorización para incluir la saga Tecno en su próximo libro.

– ¡Desadaptada, antisocial…qué saben ellos!!- murmuraba para sí Fílica, conteniendo el malhumor, mientras escribía su login y luego el password y primero comprobar nuevos mensajes en el Outlook express y luego con alguno de los navegadores chequear en otro servicio de E-mail para finalmente webear en diversos sitios linkeando los de mayor interés.

La narradora-pesquisadora parecía haber recorrido en cámara lenta todos los rincones del supermercado y a pesar de numerosas interferencias comunicacionales y niños cruzando a cada instante se sentía medianamente satisfecha por haberse encontrado con la historia de las Tecno, pero… ¿cuál sería el final? Las relatoras de la tecnosaga se iban acercando a la caja y la narradora-pesquisadora elucubraba posibles acciones para no perderse detalles del particular thriller de fin de milenio.

– ¡Oh, no!! ¡se van y me quedo sin el fin de la historia! – expresó angustiosamente la narradora-pesquisadora mientras abandonando junto a la caja su carro totalmente lleno salía corriendo tras las relatoras dejando boquiabiertos a los custodios del supermercado que no lograban entender tan extraño comportamiento.

 

EPILOGO:

Para: narrapesqui@hotmail.com

Asunto: tecnosaga

Me he enterado de su interés por la saga de las Tecno y como he sido la psicocyber de las susodichas mellizas, contando con la autorización de ambas, le envío este E-mail que estoy segura leerá gustosa en su PC de la casa de reposo, donde –según me han contado- se halla en estos tiempos. Como infiero que a usted sólo le falta conocer el final de la historia le cuento que, tras sobrellevar tiempos complejos, que gracias a la psicoterapia pudieron superar, ambas hermanas tomaron decisiones trascendentales. Fóbica se comunicó con el grupo Venus y tras recibir su carta astral comenzó a mailearse con algunos de los señores que el citado grupo consideraba compatibles con sus intereses. Con otros, no bastaron los mensajes diarios, sino que, por las noches, hasta la madrugada en tierra argentina, es posible observarla frente al monitor chateando con varoncitos de España, Venezuela, Colombia, Francia, Alemania, Perú y Argentina. Como usted podrá percibir lentamente ella ha ido superando algunos miedos. Ya tiene su propia PC y sobre la CPU reposa un osito de peluche que le envió uno de sus amantes virtuales. En cuanto a Fílica, en estos momentos debe estar subiendo la escalerilla del avión que, tras muchas horas de vuelo, que sin duda ella vivirá con ansiedad, le permitirá reencontrarse con emociones guardadas muy secretamente en su memoria. Por supuesto, lleva consigo su notebook incluido el módem para su conexión a Internet. Ojalá estas noticias influyan positivamente en su salud mental. Pero sí usted lo considera apropiado y conveniente no dude en enviarme su mensaje a mi buzón personal y con sumo entusiasmo, interés y afecto, responderé a su inquietud.

Un cyber abrazo; psicog@cyberweb.com

 

 

por Graciela Castro

Vivo en Villa Mercedes (S.L) Argentina. Me formé en ciencias sociales y soy docente e investigadora en la universidad pública. Amo las palabras, la música, el arte, la naturaleza y los animales. Apuesto por una sociedad con justicia y dignidad para todxs.

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