El Rata, como hacía todas las mañanas tras levantarse, encendió la cocina y colocó la pava sobre la hornalla derecha. Luego prendió el televisor. Siempre buscaba sintonizar un canal de noticias, en primer lugar, Crónica, luego podía variar a C5N o TN; lo importante era tener un panorama de las cosas y situaciones que le esperaba al asomarse a la ciudad.
Hacía ya un año que había comenzado con el nuevo trabajo. Lo recordaba perfectamente. Todos los empleos habían sido en negro, precarios que le dicen algunos: pasó por una gomería, delivery de una pizzería, limpiador de vidrios de auto en alguna avenida de la ciudad. Fue por esta última tarea que conoció al Mono quien a diario pasaba por la esquina donde el Rata limpiaba vidrios de los autos. Algunas veces intercambian algunas palabras, ninguna importante pues el tiempo que disponía era el cambio de la luz del semáforo. Por eso le sorprendió un poco cuando el Mono le propuso el trabajo actual: el horario era apropiado, si llovía no iba, el lugar no era peligroso pues se trataba de la zona más moderna y también costosa y segura de la ciudad. Pero lo más importante fue la paga: superior a todo lo que había recibido en los últimos tiempos: una cifra fija más lo que lograra vender allí y todo sin poner un peso de su parte. Así, en los primeros días de diciembre de 2013 se sentó en el banquito del puesto de flores. La gente del Mono se encargó de armar el puesto, conseguir las flores y también los permisos municipales para instalarse sin problemas:
– Vos no te preocupés, nosotros nos encargamos de todos los detalles; vos sólo tenés que tener bien abiertos los ojos, en particular los horarios en que sale y entre el Audi negro con vidrios polarizados.
Le pasaron la patente y el primer día fue el propio Mono quien pasó por el puesto muy temprano y le señaló cuál era el auto. Después nunca más volvió por allí. Todas las semanas hablaban por teléfono y cada quince días el Mono pasaba por la casa del Rata para pagarle. En general lo hacía a la nochecita, más de una vez se quedó a cenar con él y Mabel – pareja del Rata- quien, cuando quedaban solos, decía lo de siempre: ese tipo no me gusta nada, tiene algo raro. Y comenzaban las discusiones entre ellos:
– No seas persecuta, el Mono me dio un laburo por el que paga bien, mucho más de lo que tenía en los anteriores y sin mucho esfuerzo acordate.
-Sí, y además te quedás con la plata de las flores que vendés, es raro, porque tampoco vos las comprás.
– ¿Y qué? Soy empleado del Mono, eso es todo, dejate de joder, vos estás viendo mucha televisión.
El Rata se daba cuenta lo que Mabel decía, no era ningún boludo, pero en estos tiempos conseguir un laburo no era fácil; además él sabía que nunca se había esforzado mucho. Para alguien que como él ni siquiera terminó la secundaria -porque se aburría y siempre quedaba libre por faltas- tampoco podía pretender un laburo de gerente o ejecutivo. Había nacido para ser libre y el laburo del Mono le pareció ideal.
Todo se desarrollaba sin dificultades; cada quince días le da bandos de descanso, otro compañero te cubre le dijo el Mono, no te preocupes; los días de lluvia no iba. La gente compra flores, le comentó entusiasmado el Rata a Mabel mientras amorosamente le regalaba unos jazmines que la sorprendieron pues no eran habituales esas actitudes en él. Te das cuenta- respondía sonriendo- que ésto es gracias al laburo que me dio el Mono, vos que lo criticas tanto.
Una noche que llovía se asombró al encontrarse con el Mono al abrir la puerta de su casa pues no era el día del pago.
– ¿Te molesto che?
-No no… ¿pasó algo con el puesto?
– No, no…. Tenía ganas de charlar con alguien y como andaba por tu barrio me dije: voy a ver al Rata, pero no quiero molestarte.
-Para nada Mono, pasá, estamos comiendo milanesas con fritas que hizo Mabel, pasá que llueve.
Se dio cuenta que la expresión del rostro de Mabel cambiaba mostrando cierto malhumor ante la visita inesperada mientras ella colocaba otro plato en la mesa y el Rata invitaba al Mono a sentarse. Ya al abrir la puerta le había llamado la atención la expresión del rostro del Mono, los ojos enrojecidos, después advirtió que el tono de la voz no tenía la firmeza de siempre y un fuerte olor a cigarrillo y alcohol lo rodeaba.
Comió unos pocos bocados de milanesa que Mabel había colocado en su plato, se lo veía abatido y triste. Ella aprovechó que ya no continuaba comiendo y levantó los platos de la mesa. Dejá los vasos, dijo el Rata, vamos a seguir con otras cervecitas con el Mono.
Ella lavó rápidamente las cosas y se fue al dormitorio: es la hora de ver la novela agregó y salió de la cocina.
Fue la primera vez que el Rata vio y escuchó al Mono de un modo casi íntimo. Después de hablar acerca de cuestiones intrascendentes y mientras abría la segunda botella de cerveza el Mono comenzó a contar sobre su vida familiar. Su mujer se había enterado sobre una relación afectiva paralela del Mono y lo echó de la casa, pero lo que más le dolía era que le había prohibido ver a su hija.
-Mirá Rata, no te voy a negar que siempre fui medio pirata, algunas relaciones se cruzaron… pero ninguna fue importante.
Y mientras bebía otro trago de la cerveza continuó hablando
-El lío se armó cuando Dalma, la mina con la tenía la relación, llamó a mi celular y lo atendió Camila, mi hija. ¡Te juro que nunca dejo el celular a mano, pero ahora no sé qué pasó, creo que estaba leyendo un WhatsApp, me dieron ganar de orinar y fui al baño, un instante Rata, y justo allí llamó la mina y la boluda le dijo a mi hija que hablaba mi novia, te imaginas el lío que vino después! Los chicos no mienten decía mi mujer y vos sos una mierda, no respetás ni a tu hija, basura y no sé qué más… y me echó Rata, aunque quise explicarle que esa mina no significaba nada para mí, pero no sirvió de nada; me echó y me prohibió volver a casa y ver a mi hija.
En ese momento el Rata no supo qué actitud mostrar; siempre el trato con el Mono había sido por cuestiones vinculadas con el laburo. Al comienzo cuando describió cómo sería el laburo lo que repitió en más de una ocasión fue:
-Acá no se hacen preguntas, acordate siempre de eso porque preguntar puede traer líos; nadie te va a joder, sólo tenés que mirar lo que te digo y lo demás es fácil.
Ahora le dieron ganas de darle un abrazo al Mono, pero le pareció un gesto poco masculino y sólo murmuró:
– Qué cagada Mono… tomate otro traguito de cerveza.
Luego de comentar algunos otros detalles de la vida personal y aunque el Rata no recordaba la razón, por primera vez escuchó el nombre del Tordo Santamaría. Es un groso dijo el Mono. Ese tipo sí que tiene poder, más que los políticos, que los periodistas hasta que la propia presidenta. Imaginate que hace cuarenta años que está en el lugar y pasaron cosas en el país…. Pero él siguió.
– ¿Y él es tu jefe? Preguntó tímidamente el Rata
– Ajá- respondió el Mono mientras apuraba el trago de cerveza.
Esa fue la primera vez que escuchó el nombre del Tordo. Después, en esos días donde pasaba el Mono para pagarle, en algún momento le dijo que no podía dejar el puesto de flores solo hasta que no llegara el relevo. Al escuchar el Rata se sorprendió que conociera acerca de su ausencia temporaria porque una sola vez había ocurrido eso: el día estaba fresco y como no había ventas se le ocurrió caminar un poco y así conoció a los guardias de seguridad del edificio quien le comentó que allí vivían personas importantes: artistas, políticos y jueces. Vivir en este edificio no es para gente como nosotros, simples laburantes; acá todo es carísimo, recordó que le comentó el guardia. El Mono agregó que el Tordo se había molestado por ese alejamiento del puesto porque el sentido que estuviese allí era tener los ojos bien abiertos y observar lo que le habían pedido. Cuando el Rata intentó conocer – apelando a una voz que implicara cierta confianza- algún motivo para mantener tanto secreto el Mono lo paró con firmeza y expresó:
-Te lo dije desde el principio: en este laburo no se pregunta. Vos sólo tenés que cumplir lo que pedí.
– Pero alguna…
– Alguna nada, Rata.
– ¿Y si un día me meten en cana? ¿Ustedes me van a ayudar? – se envalentonó el Rata al preguntar.
– Acordate siempre de esto y por tu bien no lo olvidés: sólo nosotros sabemos que estás ahí. Si empezás a tener confianza con otra gente, nosotros ya no podemos cuidarte.
Al Rata le quedaron muchas preguntas que no quiso expresar, total…. el laburo era tranquilo, buena paga y como decía su abuela: menos averigua Dios y perdona. A la noche mientras cenaban con Mabel le comentó algo de la conversación y ella reaccionó rápidamente:
– ¿No te parece raro todo eso? Un día vas a aparecer metido en un lío grande y nadie te va a ayudar.
– Bueno, no empecemos como siempre, olvidate lo que dije. Ya vas a empezar con tus historias de televisión.
Se levantó para buscar otra cerveza en la heladera, se demoró en mirar el celular, como haciendo tiempo para que Mabel se olvidara de la conversación y cuando regresó a la mesa, ella se había enganchado con la telenovela de la noche.
Cuando algunas personas le preguntaban la razón por la cual no había concluido la secundaria el Rata siempre respondía lo mismo: que lo aburría ir al colegio, porque bruto no era, podía entender las cosas, pero cada vez que se ponía a estudiar se dormía además a la vida había que disfrutarla y él no iba a perderse vivir con libertad. Sabía que tenía una característica que más de uno envidiaba: la memoria. Le bastaba ver una sola vez a alguien y ¡zas! No olvidaba esa cara. Desde que había comenzado con el laburo en el puesto algunas personas se transformaron en clientes frecuentes y entre ellos figuraba el flaquito de anteojos. La segunda vez que compró flores en el puesto el Rata le preguntó si vivía en la torre grande y así se enteró que vivía en otro barrio y venía con frecuencia pues en la torre vivía su jefe. Un día el Rata llevó unos jazmines para regalarle a Mabel pensando que se olvidaría de las discusiones por los temas de siempre: que cuidate de ese laburo, no me gusta el Mono y así seguía. Con los jazmines sorprendió a Mabel. El flaquito una vez compró y le dijo que era el cumpleaños de su mujer. Al día siguiente, ya era tarde, casi cuando cerraba el puesto y llegó apurado el flaquito quien le pidió jazmines pues su jefe había visto los que él había comprado y le pidió comprara para él. Su jefe, le contó el flaquito, era un tipo muy fino y el departamento decorado con estilo moderno, medio minimalista le dijo. El Rata no entendió que significaba eso, pero debía ser algo importante si el tipo era muy fino, pero no preguntó. Por curiosidad consultó si el tipo era casado o vivía con alguna mina para la cual le había pedido que comprara flores. El flaquito le comentó que el jefe era divorciado y nunca había visto alguna mina en el departamento, aunque algunos comentaban que tenía sus cositas, pero él no averiguaba, no le importaba, bastante tenía con el laburo porque el tipo era fiscal en una causa muy importante. Después de eso no agregó más, pero en otras ocasiones pasó por el puesto a comprar flores que le había pedido su jefe.
El Rata seguía en su puesto hasta el punto que su presencia no resultaba extraña en el lugar. Sólo prestaba atención a los movimientos del Audi negro con vidrios polarizados que el Mono le había encomendado observar. Nunca comentó acerca del flaquito porque seguramente otra vez el Mono diría que no entrara en charlas con cualquiera. Así continuó con su laburo en el puesto; cada quince días pasaba por su casa el Mono, le entregaba su paga y preguntaba por los movimientos del Audi.
– Tené los ojos bien abiertos porque el Tordo Santamaría sabe todo, ya te dije que el tipo tiene mucho poder y no le gusta que lo engañen.
Durante los meses subsiguientes no hubo ninguna actividad que alterara lo habitual. Cuando llovía laburaba, descansaba dos días y en invierno las horas que pasaba en el puesto eran menos. Hasta casi al final de diciembre y mediados de enero nada se alteró por la cercanía del puesto. El Rata continuaba observando los movimientos del Audi y después le pasaba el dato al Mono. En todo ese tiempo fueron numerosas las veces que vio al flaquito, a diferentes horas que pasaba por el puesto. En ocasiones compraba flores, en otras solo lo saludaba.
Un día que el Rata no recordaba el Mono le dijo que el Tordo estaba furioso porque habían matado un amigo de él; sospechaba que era un tiro por elevación hacia el propio Tordo.
– Vos dijiste que era un tipo con mucho poder, ¿quién tiene más que él entonces?
– Mirá Rata, en este negocio se juegan muchas cosas importantes, hay gente grossa y hay que cuidarse, pero el Tordo sabe mucho y no se van a animar con él.
A mediados de diciembre sorpresivamente el Mono llegó al puesto de flores a la tardecita y mientras le ayudaba a guardar las cosas le contó que habían echado al Tordo del laburo y eso traería sus consecuencias porque el tipo tenía muchas informaciones que implicaba a gente muy importante; no se iba ir a su casa como un abuelito jubilado. El Tordo seguía en actividad conduciendo a la gente que labura con él. El Rata lo notó alterado, apurado para que cerrara el puesto, pero al día siguiente lo llamó y le dijo que todo seguía igual, sólo tenía que estar atento si aparecía gente desconocida por la cuadra del edificio de la torre. A partir de ese momento la presencia del Mono se hizo más frecuente; a veces se detenía en el puesto, en otras ocasiones pasaba, saludaba con la mano y seguía. Un día le comentó que cerca del edificio de la torre había descubierto un lindo bar y cada tanto pasaba por allí porque el café era muy bueno. El Rata nunca preguntó porque no quería meterse en líos, pero tampoco le comentó al Mono sobre la presencia del flaquito con anteojos que todas las semanas compraba flores por encargo de su jefe, el fiscal.
Cuando llegó enero el Mono le comentó que era posible que por unos días no viese movimientos del Audi porque el dueño estaría en Europa hasta comienzos de febrero. Por eso le sorprendió cuando en la segunda semana de enero volvió a ver salir el Audi del edificio de la torre. Le señaló al Mono quien respondió de modo cortante que le habían dado la orden de volver antes al dueño del auto porque algunas cosas se habían complicado y no agregó nada más. Durante esa semana el Rata notó algo raro: el Audi entraba y salía con mayor frecuencia, personas desconocidas rondaban frecuentemente por la zona. Aunque el Mono le había dicho que no se mezclara con la guardia del edificio un día lo superó la curiosidad y casi como si fuese casualidad pasó por la guardia del edificio de la torre. Estaba en ese momento el guardia que ya conocía.
– ¿Cómo vamos con el calor?
– Y en la casilla pesa mucho además está movido el ingreso.
– ¿Viven famosos acá no? Preguntó el Mono como para seguir la charla
– Hay gente de la tele y también jueces…. Gente de plata ¿viste?
– Y… los visitan mucho- opinó el Mono con cierta ingenuidad
– Sabes qué pasa- agregó el guardia como poniendo en evidencia cierto dominio de las implicancias de controlar los ingresos y egresos de un edificio particular- acá vive también el fiscal que sale en la tele.
– Ah…. No sé quién es.
– Es raro que no lo hayas visto porque en los últimos días aparece siempre en la tele- y no siguió la charla porque desde un auto le reclamaban abrir la puerta para el ingreso al edificio.
El Rata volvió caminando despacio hasta el puesto mientras se decía que cuando volviera a su casa le preguntaría a Mabel si ella había visto al tipo en la tele, debería ser algún famoso que andaría en algún lío de amores poco claros, tal vez con alguna de esas vedettes que aparecen por la tele pensó, aunque después se olvidó del tema.
Esa tarde hizo varias ventas. Aunque Mabel siempre le reprochaba que hubiera aceptado ese trabajo en el puesto de flores tendría que reconocer que era buena oportunidad para tener ingresos sin demasiados esfuerzos, se dijo, mientras vio que se acercaba el flaquito de anteojos quien pasó rápidamente y tal vez ni escuchó al Rata:
– Hey! Tengo flores frescas….
Al cabo de una hora, más o menos, pasó el flaquito de regreso del edificio de la torre, pero tampoco se detuvo. Le llamó la atención que el Audi no hubiera salido en todo el día a pesar que el Mono le comentó que su dueño había regresado antes de lo previsto de sus vacaciones en Europa. En ese momento advirtió que un cliente había dejado un ejemplar del Clarín junto a uno de los tachos con flores. Comenzó a ojearlo porque le interesaba ver el fixture de la Copa de verano, en particular del club de sus amores: Boca Junior. Pasó rápido las primeras hojas del diario, le aburrían las noticias políticas pues al final todos terminaban llenos de plata y él rebuscándosela como pudiera. Continuó pasando las hojas del diario hasta que halló el fixture de los partidos de verano. La noche del 18 vería el partido de River y Estudiantes por la Copa de Oro; el 20 en la Copa ciudad de Mar del Plata el club de sus amores contra Vélez y el 24 a las 22:30 hs firme ante el televisor para ver el clásico: River versus Boca. Tendría que ver cómo se organizaba con los muchachos, tan fanáticos como él, si miraban al partido en su casa o en la del Pelado. A Mabel no le interesaba el fútbol pero en particular no se bancaba aguantar a él y sus amigos pues- según ella- hacían mucho quilombo, gritaban como si estuvieran en la cancha, no le daban respiro a la heladera con tantas veces que la abrían para sacar las botellas de cerveza que luego las dejaban en cualquier lado, el maní hasta en el piso, olor a pucho por toda la casa y si comían pizzas o empanadas después quedaban las cajas abiertas transformando la cocina casi en un basural, según lo expresaba ella. No entendía que Mabel no comprendiera lo que implicaba la pasión por un equipo y más de una vez discutían porque para ella ver todos los días la novela era importante pero el futbol implicaba pérdida de tiempo.
Como ellanoestaba dispuesta a irse de lacasa cuando se juntaba consusamigos, se le ocurrió regalarle para su cumpleaños un LED Samsung 23.6, total con las 12 cuotas no le demandaría mucho esfuerzo y ella lo dejaría ver tranquilo con sus amigos los partidos de fútbol. Instalaron la tele en el dormitorio y Mabel aplacó sus críticas porque directamente si se juntaban en su casa a ver los partidos, ella se refugiaba en el dormitorio y listo, aunque después igualmente la casa quedara con olor a puchos, las botellas tiradas y las cajas de pizza abiertas. Estaba por llamar al Pelado para que fuera a su casa a ver el partido cuando vio venir al flaquito de anteojos caminando rápidamente.
– Che, ¿no compras flores para tu jefe?
– Voy apurado.
Le sorprendió verlo nuevamente el mismo día por la zona. Se dijo que la próxima vez que el flaquito comprara le preguntaría a qué se dedicaba, nunca le había preguntado a qué se dedicaba, pero llevaba tantos meses viéndolo que al flaquito no le molestaría su curiosidad. Eran cerca de las nueve de la noche cuando acomodó las cosas y cerró el puesto. El lunes tendría que regresar temprano porque llegaría el repartidor de flores. Con las altas temperaturas había que bajar las que posiblemente se venderían y no más porque el calor las destruía.
El partido de River y Estudiantes al final fue aburrido para el Mono y los muchachos. Ese empate sin goles mostró un partido sin emociones, comentaban entre ellos mientras comían unas pizzas con las clásicas cervezas. Esa noche acordaron donde se juntarían a ver el partido de Boca y River que a todos les parecía mucho más interesante. El Pelado propuso comer unos choricitos a la parrilla antes del partido y para eso el lunes le avisaría al Mono que cerraría temprano el puesto para poder llegar a tiempo a la casa del Pelado.
Eran las seis de la mañana del lunes 20 de enero. Bajó el volumen del televisor para no despertar a Mabel mientras preparaba el mate. Sintió la clásica música de Crónica al tiempo que la placa en letras rojas anunciaba Urgente: Apareció muerto el fiscal. Volvió la vista hacia el televisor para ver de quien se trataba y allí reconoció el edificio de la torre en la vereda del cual a pocos metros se hallaba el puesto de flores.
Se acercó hacia el televisor mientras tomaba el mate. Se quedó unos segundos mirando. ¡Mierda! – dijo y pensó que entre tantas cámaras y gente en la cuadra se complicaría acomodar las flores cuando llegara el repartidor. En ese momento advirtió el sonido del timbre y le asombró que alguien viniera tan temprano. Con el mate aún en la mano fue a abrir la puerta y quedó perplejo al ver al Mono muy apurado en entrar.
– ¿Qué pasó? Preguntó el Rata sin comprender las razones de esa presencia a esa hora.
– ¿Ibas al puesto hoy?
– Por supuesto, además a las ocho van a dejar las flores frescas.
– Olvidate
– No entiendo
– Se acabó el laburo Rata.
Dejó el mate sobre la mesa y el Mono aprovechó para levantar el termo y ponerle agua al mate. Llevaban casi un año viéndose y le llamó la atención la tranquilidad del Mono que mientras chupaba la bombilla le anunciaba que cerraban el puesto.
– ¿Hay problemas conmigo? Preguntó asombrado mientras en el televisor continuaban hablando del muerto.
– Qué lío con ese tipo- comentó el Mono y agregó- pero nooooooo, con vos todo bien pero el Tordo Santamaría dio la orden que se cierre, el negocio no da- al tiempo que volvía a colocar más agua en el mate y sacaba la billetera de donde se asomaron varios billetes.
El Rata sabía que el laburo podía terminar en cualquier momento, pero nunca se imaginó que concluyera de ese modo, tan abrupto. Sus ojo siban desde el televisor hacia la billetera y a la cara del Mono que se mantenía con mucha calma.
– El Tordo me pidió que te dejara unos pesos más para no complicarte hasta que encuentres otro laburo, pero eso sí, oíme bien: nunca nos vimos, vos no me conocés y si alguna vez me ves en la calle no nos conocemos. El Rata cada vez comprendía menos pero el Mono hablaba con mucha tranquilidad y sin dejarle espacio para que él preguntara nada.
– Va a ir el repartidor- casi musitó el Rata
– No te preocupés por eso, él ya sabe que se cierra.
El Mono aspiró la bombilla del mate hasta sentir el ruidito que indicaba no tener agua. Dejó los billetes sobre la mesa, le dio un abrazo y se encaminó hacia la puerta sin aguardar que el Rata lo acompañara. Cuando sintió que se cerraba la puerta de calle miró la imagen del televisor que continuaban con la misma noticia, tragó saliva, se sentó, colocó agua en el mate y aunque la notó algo fresca de igual modo chupó la bombilla. A su lado el fajo de billetes permanecía sin haberlo tocado. Cuando terminó el mate tomó el fajo y dijo: ¡Mierda! Es mucha guita. Tomó el control del televisor y cambió de canal. Allí también hablaban de la muerte del fiscal. A pesar de notar que el agua del termo se había enfriado se sirvió otro mate y vio en el televisor una cara que le resultó conocida. No tenía dudas que se trataba de la misma persona que durante muchos meses pasó por el puesto y compraba flores que le había pedido su jefe. No entendía bien la razón, pero lo vinculaban con el muerto. Se levantó a calentar el agua, cuando estuvo a punto la colocó en el termo. Vació totalmente el mate pues ya estaba muy aguado. Puso la yerba, volteó sobre la palma de su mano el mate, puso un poco de agua para mojarla y luego introdujo la bombilla. Volvió a poner agua, se acercó a la mesa, guardó los billetes en el bolsillo, se sentó estirando las piernas, miró el reloj que indicaba las ocho. Pensó que cuando Mabel se levantara le diría que dejaba el laburo en el puesto. Sin dudas esa noticia la pondría contenta pues el Mono nunca le había caído bien.
linda historia! para pensar en cada pedacito de la trama! Felicitaciones autora!
En ocasiones un poco de ficción nos permite mostrar la realidad. Gracias!!
No dejas de sorprenderme…
Jajajaja….tengo queridos amigos como uds q me motivan a nuevos desafíos